Negro, poemas a una novia muerta

(3 valoraciones de clientes)

Espérame a la orilla de tu río,

que llegaré en sus aguas,

y no temas que tarde.

Apresa el tiempo alado de la vida

en tu reloj de arena

y detenlo. No lo dejes correr.

Es inconsciente y no sabe

que espera siempre ansiosa,

en tu mudo mirar sin mirar nada.

No lo dejes correr; tenlo en su celda

fuertemente cogido…

Así no volarán sus campanadas

y tú no estará sola tanto tiempo.

***

Aún estaban los pétalos

soñando con ser rosa,

cuando cruzaste tú

por la enramada

verde y azul del tiempo.

Sentí tu vuelo incierto

de mariposa negra

libando una caricia

en cada mano,

doliéndome tus alas

en las sienes,

retratándote, luego,

en mis retinas

y esculpiéndote a fuego

como una siempreviva de mi carne…

Y de tu paso sólo me ha quedado

un horrible dolor

sobre los hombros,

una angustia letal

en la mirada.

Algo así, como una pesadilla

de mis noches en sombra,

cuando mi alcoba arde en una hoguera

de mil pupilas fijas en tu centro…

Porque…

Aún estaba los pétalos

soñando con ser rosa en la enramada,

y sobre tu cabeza

llevabas ya clavado

el espetón certero de la muerte.

***

Cuando llegué

dormías apacible, reclinada

tu cabeza morena

sobre la almohada blanca.

Tus párpados

caían implacables,

como una venda inmunda,

impidiéndote ver

las margaritas

que traje para ti de mi pradera.

Y al contemplarte así,

desde esta orilla

donde nunca se duerme,

donde el reposo y la alegría son

el mito inaccesible de los hombres,

todo el horrible miedo

que azotó desde el alba, estremeciendo

mi atalaya de hombre,

se me trocó en ternura,

y me nacieron lágrimas de niño

en las mismas mejillas

donde sembraste el semen de tus besos.

Cuando llegué, ya tarde,

tu barca azul y verde

había zarpado del puerto de la vida.

Y me quedé en la playa,

enloquecido,

con el gran escozor del desencanto

tiñéndome de negro el amarillo

de las diez margaritas de mis dedos.

Me sentí anonadado;

(como debe sentirse el pajarillo

en una noche fría de diciembre,

cuando busque su nido en aquel árbol

donde jugaron niños por la tarde…)

Cuando llegué,

no estabas.

Y el llanto de tu madre

me acompañó al camino

por donde habías marchado,

(con la prisa de una cenicienta

que escucha las campanadas

de la hora fatal

en que se deshará en encanto de su vida),

olvidando en el césped

tu corazón, herido, de cristal…

Y lloré de la mano

del llanto de tu madre

mis lágrimas más puras…

Cuando llegué, en la orilla quedaba

una rosa sin pétalos

y tu pequeña niebla

de haber sido,

enredada a los juncos.

¡No poderte decir adiós, amada!

¡No poderte decir adiós,

con estos labios

cuyos senderos, tú,

tanto conoces…!

SKU: P#0001 Categoría:

Descripción

Opera Prima de Pedro Javier Martínez, publicada en (Luis de Caralt-1959).

Información adicional

Peso 0.233 kg
Dimensiones 17.5 × 0.8 × 21.3 cm
AGOTADO

"Producto temporalmente fuera de stock."

Nº de Páginas

Sin computo

3 valoraciones en Negro, poemas a una novia muerta

  1. Anónimo

    Excelente.

  2. Anónimo

    Un poemario magnífico

  3. Anónimo

    ¿Y dice que Negro fue su ópera prima? Hum! ¡Quién lo diría! He disfrutado estos poemas. Saludos. Beatriz

Añade una valoración